El Gran Desafío (parte 6)

27min para la erupción

Llegamos a un lugar seguro. Sabía que no debía, pero estaba tan alterado que me puse a gritar como un loco.

- ¡Maldita sea! ¡Maldita sea! Esos cabrones sabían dónde estábamos. Hay alguien que le está soplando información al alcaide y los caníbales lo están recibiendo con los ordenadores. Joder, tenemos un infiltrado y Sujumi ha pagado el pato.

- Eh, tranquilízate – dijo Norman intentando apaciguarme -. No hay ningún infiltrado. Si lo hubiera lo sabría.

- Venga ya. Tampoco sabías lo de la trampa del alcaide – me detuve un instante a reflexionar -. Un momento, eres tú, cabrón. Te han metido aquí para que muramos todos. Has sido tú quien ha delatado nuestra posición tirando el chaleco al suelo.

- En esta isla corro el mismo peligro que vosotros. No estoy aquí por voluntad propia. El jersey lo tiré porque me estaba asfixiando, las temperaturas aquí son muy distintas a las del hemisferio norte.

Oí la voz de Eveline a mi espalda.

- No voy a permitir que ninguno de vosotros se quede con mi libertad condicional. – Nos volvimos y la vimos sosteniendo una lanza con expresión amenazadora. Al ver mi cara de asombro continuó - ¿Qué creíais, que era la típica chica desvalida? “Jesús, protégeme de este violador”. Habéis picado todos.

- Estás hecha una verdadera zorra – le dije.

- Sí. Durante dos meses he sido la zorra del alcaide a cambio de su promesa de que saldría de aquí con vida. Me lo he ganado.

La miré fijamente a los ojos. No porque me hubieran herido sus palabras, sino para hacerle creer que era así, para distraerla. Al mismo tiempo, Simon se acercaba lentamente hacia ella por su espalda. No era estúpida y se dio cuenta, pero no fue lo suficientemente rápida. Simon la tiró al suelo de un empujón y le quitó la lanza. Después echamos a correr y la dejamos sola. Tuvimos suerte de tomar esa decisión, pues si nos hubiéramos quedado a matarla los caníbales que en ese momento se aproximaban hacia nosotros nos hubieran hecho picadillo. Corrimos hasta quedarnos sin aliento. Entonces oímos un chapoteo de agua. Avanzamos un poco más y vimos dos canoas atadas en el río, junto a una pequeña cascada.

9min para la erupción

Tras lavarnos e inflarnos a beber agua nos montamos en una de las canoas y comenzamos a remar. Los caníbales nos descubrieron. Nos lanzaron fallidamente unas cuantas lanzas. Cuatro o cinco de ellos se montaron en la canoa que quedaba y nos siguieron río abajo. Llegamos a la desembocadura del río y vimos sobre la playa el mismo helicóptero que había arrojado a Norman, se disponía a recoger a Eveline, que intentaba alcanzarlo dando saltos. Cuando consiguió montarse cogí el portátil y programé el satélite para que derribara el helicóptero. Una bola de fuego como la que desintegró a Billy Boom produjo una tremenda explosión. La isla empezó a temblar y vi una espesa nube negra en la cima de la isla.

Erupción inminente

La lava emepezó a emerger del cráter abrasando todo lo que alcanzaba. La imagen era dantesca. El río rojo bajaba por la ladera atravesando la selva, y pronto alcanzaría el mar. Teníamos que alejarnos de allí lo antes posible o nos coceríamos vivos.

Norman y Simón remaban como locos, mientras los caníbales nos pisaban los talones. La operación que realicé para destruir el helicóptero había devuelto sin querer la conexión del satélite al alcaide, así que cuando éste recibió la imagen de las dos canoas alejándose de la isla disparó contra la primera que tenía a tiro. Todo se volvió negro.

De entre el humo de la explosión y el vapor que provocaba la lava salimos con la canoa remando asfixiados. Recuperé el control del satélite y cogí el remo de Simón, estaba agotado. Continuamos remando todo el día, bajo aquel sol infernal. Al anochecer dimos con tierra firme. Según el satélite estábamos en algún punto del Congo. Nos bajamos en una zona con mucha vegetación. Entre la maleza pude ver a un puñado de negros en taparrabos que nos observaban. Yo ya me resignaba a morir, no tenía fuerzas para seguir luchando.

Afortunadamente aquella tribu no tenía nada que ver con la de la isla. No querían atacarnos, sino socorrernos. Les incomodaban las pinturas de Simón, lo que me hizo suponer que conocían las malas costumbres de aquellos cabrones. Le dije que se las quitara. Pasamos la noche con aquella gente, eran de lo más enrollados. Incluso nos montaron una fiesta y todo para celebrar nuestra visita. Norman le ofreció su gabardina al jefe de la tribu a modo de agradecimiento. Nos dieron provisiones para que viajásemos a pie hasta Zaire, ya desde allí intentaríamos volver a casa como inmigrantes ilegales. Otra aventura nos esparaba.

THE END

El Gran Desafío (parte 5)

1h:21min para la erupción

Cuando terminó de ponerse el taparrabos y el resto de los adornos que habíamos cogido, Bola Ocho salió de los matorrales. Empezaba a parecerse a uno de ellos, pero aún le faltaba algo: pintura. Por suerte Eveline era buena dibujante y consiguió imitar muy bien las pintadas faciales de la tribu, cogiendo de un cadáver con el dedo esa especie de polvo pastoso que se ponen y usando un segundo cuerpo como modelo. Después lo demás le pintamos el pecho, la espalada y las extremidades. Cuando acabamos con él daba miedo.

Antes de partir para el campamento se empeñó en contarnos qué debíamos hacer si no sobrevivía. Quería que llamáramos a sus compañeros del grupo de rock Atomic Drones y a su hermano pequeño, que quería ser astronauta. Nos confesó que su verdadero nombre era Simon McCronenberg. Al final le cortamos el rollo porque lo único que hacía era dar rodeos para no cumplir la misión. Le seguimos hasta las afueras del campamento y nos quedamos allí a esperarle ocultos tras una roca.

Al cabo de diez minutos regresó con un portátil. Coincidencias de la vida, era idéntico al que tenía cuando era un hombre libre.

- ¿Qué has estado haciendo? – preguntó Eveline.

- He visto visto los cuerpos de otros cinco. Dios, los han destripado. De algunos lo único que queda es el esqueleto.

54min para la reupción

Fuimos a un lugar seguro y allí procedimos con la operación. Coloqué el ordenador sobre un tronco caído y Norman le enchufó el pen drive. Era un programa bastante bueno, apenas tuve que dar rodeos para hacerme con el control del satélite. Corté toda comunicación con la isla, en teoría ya podíamos huir. Ahora el problema era cómo hacerlo.

- Podemos robar una embarcación – sugirió Norman.

- ¿También hay barcos en esta isla? – preguntó Sujumi extrañado. La cosa empezaba a ser sospechosa.

- No exactamente. Esta tribu no brotó de la isla sin más, vinieron hasta aquí en embarcaciones. Tengo entendido que conservan al menos dos de ellas.

- ¿Qué tipo de embarcaciones? – pregunté.

- Canoas.

El plan ahora era volver al campamento por una parte que daba a la desembocadura de un pequeño río, allí estaban amarradas las canoas. Simon seguía disfrazado, así que si nos pillaban podía fingir que los demás éramos sus prisioneros. Atravesamos la vegetación y, a la mitad del camino, Sujumi se detuvo en seco.

- Silencio – dijo en voz baja -. Creo que he oído algo. – Nos quedamos inmóviles. Oímos el crujir de una rama pero antes de que pudiéramos reaccionar empezaron a surgir caníbales de todas partes. Acribillaron a Sujumi con sus lanzas. Intentamos defenderle pero eran demasiados. En un último esfuerzo nos gritó:

- ¡Salid de aquí! - No pudimos hacer otra cosa que hacerle caso. Por el camino Norman se quitó la gabardina y el jersey, tirando éste al suelo. Se quedó en camiseta. Yo corría con el ordenador en las manos intentando ignorara el dolor de la herida del día anterior.

CONTINUARÁ...

El Gran Desafío (parte 4)

Fue entonces cuando Billy se desesperó. Se metió corriendo en el agua y empezó a nadar, pero antes de que pudiera dar dos brazadas una bola de fuego cayó del cielo dejando una estela que iluminó toda la playa, y borró del mapa a nuestro compañero. Nos quedamos de piedra al ver trozos del fornido cuerpo de Billy volando por los aires, pero tuvimos que reaccionar y largarnos de allí. Por suerte para nosotros aquel destello había dejado pasmados también a los caníbales, así que no nos costó mucho despistarlos. Nos establecimos en un sitio que consideramos seguro. Bola Ocho se puso histérico.

- ¿Qué coño ha sido eso? Joder, creía que íbamos a morir todos.

- Eso han dicho en el mensaje – agregó Eveline.

- Han estado jugando con nosotros desde el principio –dije yo -. Fuimos estúpidos al pensar que nos darían la libertad condicional.

- Sólo un milagro nos puede sacar de aquí. – El comentario de Bola Ocho me levantó la moral.

- Eso déjamelo a mí. – Le contesté. En ese preciso momento oímos un helicóptero, pero no era ningún milagro. El helicóptero descendió hasta la playa y, sin aterrizar, arrojó un cuerpo sobre la arena. Después se marchó a toda prisa y desapareció en el horizonte. El cuerpo se levantó y se sacudió la arena, corrimos hasta él para ver de quién se trataba. Era un hombre joven, más o menos de mi edad. Llevaba gafas, pantalones vaqueros, un jersey marrón y una gabardina negra.

- ¿Te manda el alcaide? – Pregunté.

- Sí y no. No estoy aquí para participar en el juego, sino para morir. Siento lo de vuestro amigo, Billy. No creí que fuera a reaccionar así.

- ¿Quién eres?

- Soy Norman Bender. Fui yo quien os escribió los mensajes. Quería avisaros.

- ¿Avisarnos?

- Veréis, soy programador informático. Empecé a trabajar en esto porque no encontraba nada mejor y creía que todo se haría según las reglas, pero las reglas han cambiando. Todo esto ni siquiera se está emitiendo por televisión, era un engaño para que aceptarais creyendo que os esperaría una vida de libertad y fama. El alcaide sabe que el volcán de esta isla va a estallar dentro de poco, así que os quiere usar para probar su satélite con blancos humano en movimiento cuando intentéis escapar de la lava. Cuando lo descubrí intenté ayudaros, así que por eso me han traído aquí.

- Dios mío. ¿Cuánto tiempo queda para que eso ocurra? – preguntó Eveline.

- Unas dos horas.

- ¡Joder! –exclamó Bola Ocho - ¿Qué vamos a hacer?

- No os preocupéis, no fui estúpido y me cubrí las espaldas por si pasaba esto. Preparé un programa para tomar el control del satélite y lo guardé en un pen drive, así que lo desactivaremos antes de que el volcán explote y así podremos salir.

- Me parece una idea cojonuda – dije en un tono bastante irónico –, pero, ¿no crees que para hacer eso necesitamos un ordenador?

- Sí. Hay ordenadores en esta isla. Para organizar esto el alcaide mandó a un puñado de sus hombres para que colocaran cámaras de vigilancia por toda la isla. El problema es que aquellos hombres no fueron bien recibidos por la tribu y los descuartizaron. Los portátiles que llevaban estarán en su poder, si no los han destruido.

No teníamos alternativa, teníamos que infiltrarnos en el campamento y conseguir algún ordenador. Ir todos juntos era demasiado arriesgado, pero a Norman se le ocurrió una idea: disfrazar a Bola Ocho. A él no le hizo mucha gracia, pero acabó aceptando cuando le recordamos lo que pasaría si nos quedamos de brazos cruzados.

CONTINUARÁ...

El Gran Desafío (parte 3)

Cuando llegamos a la playa lo vimos allí inmóvil, mirando al horizonte. Me acerqué hacia él con cautela en un último intento para convencerle. No dejaba de mirar al frente.

- Recuerda lo que nos dijeron. Si intentamos huir nos harán picadillo. Tenemos que quedarnos aquí. Si resistimos los ataques de lo caníbales en tiempo suficiente lograremos acojonarles y se les quitarán las ganas de seguir molestándonos. – Billy empezó a reirse.

- Acuérdate también de que si matas a uno los demás irán a por ti hasta el final. No podemos ganar.

- Si te quedas tienes la oportunidad de esconderte. Si echas a nadar te matarán seguro. – Cuando le dije esto me devolvió la mirada.

- Está bien, me quedaré un rato más. Sólo tengo el veinte por ciento de posibilidades de salir con vida de esta condenada isla, así que supongo que tienes razón, sería una estupidez desaprovecharlas.

Por primera vez empezábamos a entendernos. Por desgracia, con tanto grito habíamos vuelto a atraer a esos cabrones. Bola Ocho nos avisó y echamos a correr de vuelta a la selva, pero eran demasiados y muy buenos rastreadores. Nos ocultamos y permanecimos en silencio un instante. De pronto surgió un cara pintada y avisó a los demás. Empezaron a salir de todas partes y les combatimos como pudimos. Conseguimos acabar con todos. Resultaron ser sólo siete, pero parecían quince por lo menos. Uno de ellos me hirió en el costado, sangraba un poco peor no era tan grave como aparentaba. Eveline y Bola Ocho me ayudaron incorporándome en el suelo con la espalda apoyada sobre un tronco. Me vendaron la herida con un el brazo de la camisa de mi uniforme azul. Me arranqué el otro brazo de la camisa y me lo puse doblado en la parte de la herida para que absorbiera mejor la sangre. No era grave, pero dolía. Mientras, Billy Boom y Sujumi permanecían alerta. Eran los dos mejores fichajes para una situación así

Pronto cayó la noche y decidimos descansar en aquel lugar. Tuvimos un rato de tranquilidad y me puse a pensar que si salía vivo de allí sería a costa de las vidas de los demás. En fin, no es que sea muy sociable, pero empezaba a sentir simpatía por el grupo. Por Sujumi, por Bola Ocho, e incluso por el bestia de Billy. Y en cuanto a Eveline, sí, me atraía bastante. Parecía una aventurera.

Me pareció oir algo arrastrándose hacia mí. Me acojoné y agarré con fuerza mi lanza. Cuando se acercó lo suficiente descubrí que era ella.

- ¿Cómo te encuentras? - Preguntó.

- Sobreviviré. Eso espero. – Nos quedamos mirando fijamente. Sabía perfectamente a lo que me estaba refiriendo. Finalmente ella rompió el silencio.

- Quería darte las gracias por librarme de ese cabrón.

- Bueno, es un desequilibrado, pero puede sernos útil. A lo mejor matando caníbales se le pasa el ansia que tiene por clavártela a ti. – Se acercó a mí y me besó. Me dejó un poco extrañado.

- ¿Qué haces?

- Tal vez muramos mañana mismo. ¿No te gustaría hacerlo por última vez?

Hombre, pues la verdad es que el último polvo que había echado fue virtual, así que no desaproveché la oferta de Eveline. Además lo hicimos en mi postura favorita: me tumbé en el suelo y dejé que ella se moviera. Estaba herido y no me podía menear mucho. Tuvimos que hacerlo en siencio, no queríamos despertar a los demás, eso nos preocupaba incluso más que atraer a aquellos negros encabronados en tanga. Cuando terminamos ella volvió a su posición. Me quedé tan a gusto que enseguida dormí la mona.

28-01-2013

Faltaba poco para que amaneciera cuando me despertaron unos extraños cánticos y tambores. Escuché también gritos de agonía; por lo visto el terrorista pakistaní no estaba muerto cuando se lo llevaron. Después empecé a oír pasos. Los demás ya estaban despiertos. Me ayudaron a levantarme y formamos un círculo espalda contra espalda, apuntando con las lanzas al frente.

Comenzaron a surgir caníbales de aquí y de allá. Al principio nos las apañábamos bien, pero cuando vieron los cadáveres amontonados de los otros siete que habíamos matando antes estallaron en cólera. Echamos a correr y salimos a la playa. Desde allí pudimos ver un mensaje proyectado con lásers desde el satélite sobre la luna llena: <<No habrá salvación para nadie>>. Seguido de éste apareció otro: <<Vais a morir todos>>.

El Gran Desafío (parte 2)

Cuando encontramos un lugar que creímos seguro nos detuvimos para descansar.

- Creo que deberíamos separarnos – dijo Bola Ocho -. Si seguimos juntos daremos demasiado el cante.

- ¿Separarnos? Eso después de que me haya tirado a este chochito – replicó Billy mientras avanzaba hacia Eveline -. Estaba empezando a asustarla, así que tuve que intervenir, no nos convenía una escenita con todos esos desgraciados siguiéndonos el rastro.

- Oye, no estamos aquí para eso. Tenemos que… - me cogió por el cuello y me puso contra el tronco de un árbol. Menuda mole.

- No me digas lo que he de hacer o te partiré el pescuezo como a una puta gallina – dijo mientras me echaba su aliento de bilis a la cara. Bola Ocho estaba sentado sobre la raíz de otro árbol abriendo el envoltorio de un chicle que habría conseguido por contrabando. Sintió algo mojado en la nuca y protestó creyendo que el asesino inglés que estaba a su espalda le había escupido, pero al tocarse descubrió que no era saliva lo que le había caído, sino sangre. Una lanza sujeta por las firmes manos de uno caníbal atravesaba el pecho del inglés, el cual tenía convulsiones mientras permanecía ahí de pie intentando gritar. Sujumi le arreó tres patadas al cara pintada y le quitó la lanza. Mientras, los demás vigilábamos que no vinieran más. El japo le clavó la lanza y el cabrón del caníbal soltó un grito que se debió escuchar en toda la isla. Volvimos a correr como locos, esta vez cada uno en una dirección distinta.

Por encima de mi propio pulso pude oír cómo los caníbales estaban cada vez más cerca. Un terrorista pakistaní gritó y luego se calló repentinamente, sólo quedábamos cinco. Seguí corriendo y al cabo de un rato encontré a Bola Ocho tendido en el suelo boca abajo. Me acercaba a comprobar si seguía vivo cuando se volvió de repente y me atizó con una piedra, me había confundido con un maldito cara pintada. Me pidió disculpas (innecesarias, nunca le perdonaría el dolor de cabeza que me hizo pasar) y me contó que había visto a Sujumi enfrentarse a un grupo entero de esos cabrones con bastantes dificultades. Fuimos a echarle una mano pero nos lo encontramos recogiendo lanzas de las manos de ocho caníbales muertos, el muy jodido se los había fulminado a todos.

- Bien, si queréis seguir vivos lo mejor será que estemos juntos –dijo con su gracioso acento japonés.

- Tienes razón – agregó Bola Ocho -. ¿De quién coño fue la estúpida idea de separarnos, eh, Jesús?

- Tenemos que encontrara a los demás. ¿Dónde puede estar Billy Boom? – Supongo que al igual que los demás, Sujumi lo le tendría ninguna simpatía al violador, pero era un tipo bastante fuerte y convenía tenerlo cerca.

- Seguramente donde esté Eveline – dije con cierta preocupación -. Esperemos que no intente violarla, o delatarán su posición enseguida y serán la cena de estos cabrones.

Nos pusimos en camino. Sujumi se detuvo en seco y nos indicó que nos ocultáramos. Había un grupo de recolectores que llevaba los cadáveres al campamento. Los llevaban atados de pies y manos a un palo sujeto por un caníbal a cada extremo, como quien lleva un jabalí recién cazado. No iban armados, pero preferimos escondernos para dejar que sus huellas pudieran llevarnos en un futuro hasta su campamento. Cuando se alejaron lo suficiente seguimos con nuestra búsqueda. No tardamos mucho en encontrar a Billy Boom escondido tras unos arbustos, devorando a Eveline con la mirada. Me hice el gracioso y hablé bien alto para que ella se enterara.

- ¡Vaya! ¿Cómo te va, Billy? ¿Has matado a muchos de esos negros encabronados en tanga?

- ¡Vete a la mierda! – Lo había cabreado bien. Bola Ocho nos interrumpió.

- Oye, oye, oye. Sólo quedamos cinco, ¿vale? Podemos hacer dos cosas: traicionarnos unos a otros para ganar el concurso o bien formar una piña y luchar contra esos jodidos caras pintadas, echando a suerte quién sobrevivirá. – Hubo un momento de silencio.

- Quizá tenga razón – dijo Eveline.

- Sí, colega, es lo mejor que has dicho en todo el día –contesté. Miré a Eveline y me sonrió, pero en ese momento Billy nos cortó el rollo berreando:

- ¡Que os follen a todos, yo me largo de aquí! - Echó a correr hacia la playa. Los demás le seguimos para convencerle de que no intentara escapar, peor era inútil. Lo perdimos de vista.

CONTINUARÁ...

El Gran Desafío (parte 1)

27-01-2013

Hacía un calor insoportable en aquél maldito helicóptero. Once personas estábamos allí, en el compartimento de carga, con la piel enrojecida y la cara embadurnada con ese sudor salado como el que brota de los poros cuando sales de una sauna o de una ducha muy caliente. Y eso por no hablar del olor a humanidad. No era una situación agradable.

Tres meses antes me encontraba ayudando a un colega a salir del coma. Era técnico de una clínica neural durante el día, y por la noche me transformaba en un pirata informático conocido como Jesucristo On-line. Me iba bastante bien, hasta que mi jefa insistió en ver las grabaciones de mis visitas virtuales a la mente de mi amigo; en ellas desvelaba mi identidad como hacker, de modo que la muy zorra decidió denunciarme para lavar la imagen de la empresa. Intenté convencerla de todas las maneras posibles: le ofrecí billetes para hacer viajes exóticos, sabotear la web que le diera la gana, archivos secretos de la INTERPOL, convertirme en su esclavo sexual… y nada. Registraron mi apartamento y no sé cuál de las cosas ilegales que tenía fue la que encontraron, que me condenaron a cadena perpetua. Después me trasladaron a una prisión internacional, y luego, como ya sabéis, está el viaje exótico en helicóptero, hacia una isla volcánica habitada por caníbales.

Todo formaba parte del sádico juego del alcaide. Un día me sacaron de mi celda y me llevaron a su despacho. El tio me habló como un vendedor de enciclopedias, me comunicó que, al igual que otras nueve personas, había tenido la “suerte” de ser seleccionado para el programa de El Gran Desafío, que me daría una oportunidad de librarme de la cadena perpetua. Consistía en abandonarnos a nuestra suerte en una pequeña isla habitada por no sé qué tribu, y observarnos a través de un puñado de cámaras ocultas y un satélite de vigilancia. El satélite también proyectaría mensajes sobre la Luna, por si hacíamos algo mal. Las reglas del juego eran que debíamos ir muriendo uno a uno, ofreciendo un buen espectáculo para los espectadores de una televisión de pago, hasta que quedase un solo superviviente, el cual sería rescatado por la isla y se le concedería la libertad condicional. Mis opciones eran esas o achicharrarme vivo intentando escapar de la prisión por las tuberías de vapor, así que decidí aceptar.

Mis compañeros de viaje eran de lo más entrañables. Billy Boom, un violador y asesino en serie, no podía dejar de vomitar. Entre arcada y arcada miraba a Eveline Rodríguez, atracadora de bancos. A Bola Ocho, el típico chico negro que habla por los codos, lo acusaban de doble asesinato, aunque él siempre lo había negado, y algo así le pasó también a Sujumi Metesaka Lee, un japonés con un nombre ridículo pero que era capaz de cargarse a cinco tíos de un golpe. A los demás no tuve ocasión de conocerlos mucho, y tampoco fue algo que me quitara el sueño. Había de todo: pirómanos, más asesinos y violadores, pederastas y, sobre todo, terroristas. Todo un circo apiñado en una habitación de seis metros cuadrados que no paraba de simbrearse. La verdad es que cuando entré en la prisión no me hizo mucha gracia, pero en ese momento me alegraba de que me hubieran afeitado la melena y la barba.

Entre el sonido de las élices y el de la garganta de Billy expulsando bilis como una manguera, James el de seguridad nos indicó que estábamos apunto de llegar a la isla. Le gustaba dárselas de superior, pero lo cierto es que era el perrito faldero del alcaide.

- Bien, muchachos, antes de despedirme para siempre de la gran mayoría de vosotros quería deciros un par de cosas. En primer lugar, si queréis, podéis intentar matar a esos putos salvajes, aunque personalmente no os lo aconsejo. Ellos tienen la creencia de que si le quitas la vida a alguien le robas su alma, y que la única forma de liberarla es vengando su muerte, así que si matáis a uno el resto no parará hasta que no estéis muertos. Lo segundo que quiero deciros es que no intiméis demasiado. Nada de compañerismo, nada de vínculos entre vosotros, porque os guste o no, al final sólo quedará uno. ¿Queda claro?

- Por supuesto – dijo Billy Boom mientras miraba a Eveline. De pronto sentimos un brusco aterrizaje. Se abrió la compuerta y James nos echó a patadas de allí.

17:48 (hora local): empieza el concurso

Por el momento los caníbales no daban señales de vida. Tuvimos tiempo para relajarnos y disfrutar del paisaje. Después nos pusimos a trepar a las palmeras para coger cocos. Cuando ya había tirado suficientes cocos para el día bajé al suelo para echar una meada. Me aparté un poco de los demás y me pareció ver una figura humana escondida entre la vegetación, entonces una lanza cayó frente a mis pies y se clavó en la arena. Intenté avisar a los demás sin armar escándalo, pero empezaron a salir caníbales de todas partes. Eché a correr gritando como un loco mientras los cabrones me tiraban lanzas y flechas. Los demás también intentaron huir como pudieron. En el ataque perdimos a tres de nosotros de golpe. Abandonamos la playa y nos internamos en la selva.

CONTINUARÁ...