Insomnio, donde nunca se duerme (1ª parte)

Lo primero que pasa es que eres incapaz de dormir, lo segundo que pasa es que estás prisionero en un pozo de petróleo con una caja de cerillas en la mano, y luego llega el caos.

Corría el año 2012 cuando me ganaba la vida trabajando en una empresa de electrodomésticos; aquello era deprimente. Al igual que muchos otros, he había hecho hombre (por decirlo de alguna forma) creyendo que llegaría a ser un maestro del cine como Kubrick o Tarantino, pero al acabar el instituto tuve que conformarme con hacer un módulo de informática.

Vivía en un incómodo apartamento rodeado de personajes de lo más variopintos: Jesucristo On-line, un pirata informático que trabajaba en una clínica para pacientes con algún tipo de parálisis cerebral; la señora Ramírez, o doña Ramera, como la llamábamos, examante de todo el maldito vecindario; y Jimmy Osito de Peluche, nuestro adorable casero, un tipo gordo que se las daba de elegante con su ridículo traje azul marino y su Rolex de oro de imitación, adicto a la coca y coleccionista de pornografía infantil. Jesucristo era el único que me caía bien, como producto del movimiento neohippy, llevaba el pelo largo y tenía una espesa barba que le daban un aspecto concordante con su alias.

Serían las siete menos cuarto de la mañana cuando comenzó a sonar el maldito despertador. Primero se escucha una especie de eco en el interior del aparato, seguido de un chirrido que se hace cada vez más intenso, hasta que lo quitas. Después te levantas, con los párpados aún pegados, vas al baño e intentas orinar dentro de la taza del water, pero la erección mañanera que tienes debido a las ganas es precisamente lo que te impide apuntar bien y acabas poniendo el suelo perdido. Para colmo, cuando vas a echarte desodorante sigues lo bastante dormido para confundirlo con la espuma de afeitar. ¿Era ésta la vida que quería llevar? Siempre había soñado con conseguir dinero, casarme, tener un par de críos y esas cosas, pero ahora mi única preocupación era no resbalar con mi propia orina y abrirme la cabeza contra el borde de la bañera, aunque tampoco hubiera estado mal.

Tras dar con la fregona en aquella parte del baño, me pegué un duchazo de agua fría, ya que era la única forma de espabilarme. Me afeité, desayuné y me puse los mismos zapatos negros, pantalones marrones con la bragueta descosida, camisa blanca con rayas grises y corbata oscura que todos los días llevaba para ir al trabajo.

Las mañanas se me hacían eternas. Seis horas al día aguantando exigencias de tu jefe, surtidores de agua vacíos, fallos en la impresión de documentos, compañeros que presumen de sus ligues del fin de semana, bolígrafos desechables con la tinta aún congelada… He de estar agradecido, no todos sabemos cuál será nuestro Infierno particular cuando muramos. Para colmo, al acabar la jornada tenía que tragarme las burlas de una pandilla de niñatos que, al salir de clase, no tenían nada mejor que hacer que sentarse en las escaleras de la entrada principal del edificio.

Aquel día estaba a punto de estallar, había tenido una conversación con mi jefe de esas en las que te mandan un trabajo extra para mañana por el que sabes que no te van a pagar, pero tienes que aguantarte y fingir que todo va bien con una falsa sonrisa de conformidad. Cuando por fin salí de allí, medio bocadillo envuelto en papel reciclado cayó justo ante mis pies. Después vi a los cinco niñatos de siempre sentados junto a la papelera, asfixiándose de la risa. Mi intención era pasar de ellos, pero cuando me disponía a irme una manzana me golpeó en la entrepierna. Aquello era demasiado. Cogí la manzana y me dirigí hacia el que me la había tirado, el niñato fofo del labio superior caído. Sin pronunciar media palabra, le estampé la manzana contra su grasienta cara. Me dio un puñetazo en la nariz y respondí empujándolo al suelo y aporreándolo una y otra vez, estaba fuera de mí.

- ¿Qué pasa, ya no te ríes? – le grité mientras él escupía sangre ante la atónita mirada de sus amigos, y mi jefe desde la ventana de su despacho, y todos los que pasaban por allí. Conseguí recuperar el control. Cuando le aticé el séptimo puñetazo me incorporé y solté el cuello de su camiseta, dejando caer su cabeza hueca sobre un escalón. Me ajusté la corbata, recogí mi maletín y lancé una mirada hostil al que parecía ser el líder del grupo. Lo había conseguido, había recuperado mi orgullo.

Cogí el metro para volver a casa, con la cabeza bien alta. Sin embargo, mi ego se vino abajo cuando vi a aquella chica con la que solía coincidir en el tren. Era morena con ojos verdes, siempre leyendo algún libro. Muchas veces me habían entrado ganas de hablar con ella, pero nunca me había atrevido. Es extraño: tienes agallas para enfrentarte tú sólo a cinco adolescentes y al mismo tiempo eres incapaz de dirigirle la palabra a la chica que te gusta. Deprimente.

Estaba deseando volver a casa y contarle a Jesucristo On-line lo de la pelea, iba a partirse de risa, pero al llegar al barrio ocurrió algo. Cuando la zorra de tu vecina está dejándose sobar por el casero frente a la ventana de la cocina para librarse de pagar el último mes de alquiler, un azul y rechoncho codo golea accidentalmente una maceta de marihuana, la cual cae sobre tu cabeza.

CONTINUARÁ...

2 comentarios:

Sephiroth XI dijo...

Como veis, este post es el fragmento de un relato corto. Se trata de uno de los relatos de la colección de la que hablaba en el post Clase de ciencias-ficciones. Lo he dividido en varias partes (aún no he decidido cuantas) porque perdí los archivos originales y ahora sólo tengo los relatos impresos en papel, por lo que tengo que volver a mecanografiarlos. He elegido en concreto "Insomnio" porque, a demás de ser el primero, es el más personal que he escrito.
El protagonista no es otro que yo tal y como me veía en el 2012 cuando estudiaba Bachillerato de Ciencias de la Naturaleza y la Salud, sabiendo que aquello no me serviría para entrar en la carrera de Comunicación Audiovisual (por aquel entonces no contaba con hacer un ciclo formativo de Imagen y Sonido). En el relato quise hacer un homenaje a "El club de la lucha", mi película favorita, pero me salió otra cosa. Ya lo vereis, espero que os guste.

Anónimo dijo...

La verdad tio, siempre he alavado y estimado mucho tu imaginacion y el poder sentarte a escribir lo que sale directamente de tu cabeza.

Dicen que la escritura automatica es una de los grandes descubrimientos del Neorromanticisimo creo entender, y es cierto porque a veces nestra mente es tan compleja que con solo unas cuantas lineas refleja todo lo que tenemos y que aún no hemos dicho a nadie.

Solo se, que cada vez que seo algo así te veo y se que estas vivo tio. Siempre veo que eres tu y que no cambias y realmente es un autentico lujo porque contigo no pueden.

Un abrazo fuerte, no me cambies y... cuando quieras te pasas por mi kely y te recibo con una de esas cervezas fresquitas q se bebe el pobre obrero al sacar al cristo de la buena puerta jeje