Insomnio, donde nunca se duerme (2ª parte)

Desperté en el hospital con una extraña sensación, como si me hubieran drogado. Y no me equivocaba, me habían puesto hasta el culo de calmantes (curiosa terapia para alguien que está inconsciente). El Dr. Mendoza me dijo casi de forma autómata que el golpe he había afectado a una zona del cerebro que coordina las glándulas suprarrenales, las cuales se encargan de segregar adrenalina, una hormona que acelera el ritmo cardíaco y aumenta el nivel de glucosa en el organismo. En otras palabras: estaba desequilibrado, hiperactivo. Ya era lo que me faltaba. Tras recetarme dieciocho tipos de medicamentos distintos y mientras sacaba de la nevera de su despacho un bocadillo, el médico me dijo que podía irme a casa.

Al salir a la calle el mundo se movía de forma distinta. Todo parecía igual que siempre, pero había algo en el ambiente que me estremecía, me hacía sentir inquieto. Al llegar de nuevo al bloque me aseguré bien de que no había nadie, no tenía ganas de encontrarme con Osito de Peluche ni de que Doña Ramera me tirara los tejos para que no los denunciara. Metí la tarjeta-llave y entré en el apartamento. Consulté el contestador y escuché el mensaje de mi jefe: estaba de baja médica hasta que me estabilizara. Pensé que era una noticia genial, podría descansar y encima me pagaban. Pero, como de costumbre, mis planes no salieron como creía. Estaba demasiado nervioso, no podía pegar ojo. Las pastillas que me recetó el doctor me dejaban atontado, pero ni con esas conseguía dormir.

Me pasé una semana así, en estado catatónico intentando dormir sin conseguirlo. Por lo menos vivía del cuento. Debía ser miércoles cuando estaba con Jesucristo On-line en el bar de Hassan tomándome una Coca-Cola light sin cafeína. Casi me da un infarto cuando veo entrar a la chica del metro y acercarse hacia nosotros. Para mi sorpresa, ella y Jesús ya se conocían, me quedé aturdido cuando me la presentó. Su nombre era Kyra, era de origen sueco. Le dirigí la palabra un par de veces, ya era algo. Le dije que habíamos coincidido en el metro, pero no me reconoció. Después se fue con bastante prisa.

- Así que ella es la chica que te gusta – dijo Jesucristo On-line

- Sí. ¿Crees que la he asustado?

- No, no. No se ha ido por ti. Su novio es bastante posesivo.

- ¿Tiene novio? – y tanto que si tenía. Su novio era Tony el Largo, uno de los mafiosos para los que Jesús hacía milagros, como el de colapsar el sistema de seguridad de un banco para saquearlo con total tranquilidad, o el de manipular la sincronización de los semáforos para huir con éxito de una persecución policial. Jesucristo On-line me contó que Tony tenía su propio club, una discoteca de mala muerte llamada Insomnio, abierto veinticuatro horas. Me invitó a ir con él al local aquella noche, tenía que hacer un encargo. Yo no estaba muy acostumbrado a ir de marcha, pero, después de todo, ¿qué podía perder? Llevaba diez días sin pegar ojo. Además, si el club era de Tony, seguramente me encontraría allí con Kyra.

CONTINUARÁ...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo cada día me quedo más asombrada cuando entro en tu blog...