
Fuimos para allá. Como siempre hacíamos, esperamos a que Jesucristo On-line nos diera la señal para entrar, coger el paquete y salir, solo que en esta ocasión las cosas serían distintas. Todo iba según lo planeado hasta que conseguimos colocar la maqueta sobre el remolque y la sacamos de la sala de actos, entonces sentí un golpe en la nuca. Tony me había golpeado con su pistola.
Caí al suelo y Gorila me atizó unos cuantos puñetazos, algo así debió sentir aquel niñato en la pelea. Tony me pateó un pare de veces en el estómago y me culpó por haberme acostado con su novia. Después se fueron todos y me dejaron allí encerrado.
Conseguí recuperar el aliento y me incorporé, miré a mi alrededor y sólo veía sombras. Estaba perdido, la policía llegaría de un momento a otro. Entonces, ente la oscuridad que inundaba la sala conseguí distinguir una figura con la espalda apoyada en la pared y las manos metidas en los bolsillos. Era Jesucristo On-line.
- ¿Jesús? Joder, me has dado un susto de muerte – exclamé – Tenemos que salir de aquí, la poli va a llegar de un momento a otro.
- ¿Qué has hecho para cabrear tanto a Tony? No te habrás tirado a Kyra, ¿verdad? – no parecía muy alarmado ante la idea de dar con sus huesos en la cárcel.
- Hablaremos de eso más tarde. Tenemos que salir de aquí.
- Te sacaré de aquí, pero tienes que hacer exactamente lo que te diga
- De acuerdo, ¿qué quieres que haga?
- Quítate la ropa.
- ¿Cómo? – en ese momento no sabía quién de los dos había perdido la cabeza.
- Si vas vestido así Tony y sus chicos te reconocerán enseguida, y cuando vean que estás en la calle y no en un coche patrulla te liquidarán.
- ¿Y la solución a eso es ir por ahí en pelotas?
- Ponte ese traje – señaló al traje de capitán que llevaba puesto un maniquí tras una vitrina.
- ¿Qué dices? No voy a salir a la calle con eso.
- Oye, ¿quieres salir de esta o no?
- Está bien, no entiendo nada pero vale – cuando terminé de cambiarme Jesucristo On-line anuló el dispositivo de seguridad de los conductos de ventilación y nos metimos por ellos. Él no dejaba de llamarme Capitán Frudesa, vaya una gracia. Dejé bien escondida la ropa que llevaba y salimos de allí.
Después nos dividimos y decidí volver a casa, ya me había divertido bastante por aquella noche. Me sentía como un verdadero payaso, pateándome las calles vestido de marinero.
Debía estar a mitad de camino cuando aparecieron Tony y sus chicos, montados algunos en la furgoneta y otros sobre la mismísima maqueta. Tony iba dentro de una de las chimeneas con una M-16 de mirilla láser. Comenzaron a perseguirme y no tuve más remedio que echar a correr. Me metía por esquinas cerradas, por callejones y por bocas del metro, pero cuando salía por otra parte siempre estaban allí esperándome. Entré en el zoológico y me siguieron, abrieron las jaulas de los simios a base de disparos. Los chimpancés, gorilas y orangutanes al verme correr me siguieron calle abajo durante cuatro manzanas. Aquello era surrealista: una avalancha de primates encabezada por siete tipos armados a bordo del Titanic persiguiendo al Capitán Frudesa. Yo no podía más, mis pulmones estaban a punto de estallar y mi corazón botaba entre mi pecho y mi espalada como una pelota de frontón.
Crucé una esquina y para mi sorpresa me encontré con la entrada de las oficinas de la empresa de electrodomésticos. Mi tarjeta-llave me daba acceso al edificio, así que antes de que me vieran entré. Subí a mi despacho en la planta trece, allí estaría a salvo, aunque tampoco podía quedarme, dentro de unas horas abrirían.
Miré por el ventanal. No sé cómo pero ahora todas las jaulas de animales se habían abierto y la ciudad era una jungla descontrolada. Pensé en llamar a la policía, pero no me hubieran creído. Además, rastrearían la línea y descubrirían que llamaba desde las oficinas, algo inusual a las cuatro y media de la mañana. Oí unos pasos a mi espalada.
CONCLUIRÁ...
No hay comentarios:
Publicar un comentario