Insomnio, donde nunca se duerme (3ª parte)

Por primera vez en mucho tiempo saqué del armario mi chaqueta de cuero y mi camiseta y pantalones negros. Después llamé a Jesucristo On-line, pero estaba ocupado terminando una “faena” con Doña Ramera y tardó como diez minutos en salir. Cuando al fin estuvimos listos nos dirigimos a Insomnio, en menos de lo que imaginaba llegamos allí y me presentó a Gorila, el portero del local. Era un tipo grandullón, de al menos dos metros, de raza negra y hombros fornidos. Me estrechó la mano y por poco hizo añicos la mía, le pegaba ese mote.

Entramos en el club y descubrí un mundo que nunca antes había conocido, un mundo saturado de sexo, drogas, contrabando y estallo de tímpanos al ritmo de brakebeat. Siempre había odiado ese tipo de sitios, pero algo me decía que aquella noche, en aquel lugar, dejaría atrás mi vida de esclavo oficinista para convertirme en un dios.

A los platos estaba un tipo al que llamaban DJ Loki, seguro que aguantaba toda la noche en vela a base de pastillas. Subimos unas escaleras repletas de parejas recién formadas sobándose, llegamos a una especie de sala de reuniones y allí Jesús me presentó a Tony el Largo. Parecía un tipo simpático, iba vestido más o menos como yo y llevaba una perilla que le daba cierto toque de los 90, un nostálgico. Era bastante extrovertido, en sólo dos minutos ya me hizo cómplice de sus juegos, pidiéndome un <<enorme favor>>: acompañarle a él y sus chicos a robar en un museo.

Al principio pensé que era una locura, pero cuando me explicaron el plan no parecía tan mala idea. Jesucristo On-line operaría desde una furgoneta con su portátil, anularía el sistema de seguridad y entonces entraríamos nosotros, cogeríamos una lavadora oxidada que algún italiano homosexual exponía como arte moderno y nos desperdigaríamos en la noche. Nada podía fallar, y si fuera así yo contaba con la ventaja de poder reaccionar más rápido que los demás.

Tras presentarme al resto de la pandilla nos dirigimos al Museo de Bellas Artes, tardamos exactamente tres minutos y dieciséis segundos en salir de allí con el paquete, el cual vendimos la noche siguiente a un socio de Tony. Y luego a seguir con el trabajo. Era una rutina diferente, excitante. Cada noche hacíamos lo mismo: entrábamos, robábamos y huíamos. Llevar mi vida al límite era la mejor terapia contra la hiperactividad; las pastillas del Dr. Mendoza tan sólo servían a jugar a encestarlas en un vaso. Nada era como antes. Me movía como un fantasma, podía colarme en cualquier lugar sin ser visto.

Fue una semana cojonuda, todo fue bien hasta que Tony el Largo me pidió otro de sus favores, más sencillo pero al mismo tiempo más arriesgado: cuidar de su novia. Iban a pasar aquella noche juntos, pero un asunto importante hizo que Tony tuviera que ausentarse durante al menos dos horas, así que quería que yo estuviera con ella hasta entonces para que no se aburriera. No sabía cómo interpretar eso, ¿qué quería exactamente que hiciera?

Para bien o para mal, nos quedamos solos. Nos habíamos instalado en el despacho de Tony, en el cual había un cristal que daba a la pista de baile, pero desde el otro lado era un espejo, de forma que podíamos ver sin que nos vieran. Ella estaba sentada en una silla giratoria, yo de pie junto a la puerta. No sabía de qué hablar para iniciar una conversación.

- Te vi pelear con aquel chico – rompió ella.

- Ah, ¿sí? Creía que no me reconociste en el bar.

- Y no lo hice entonces, pero como te he visto mucho últimamente ya caí en la cuenta de por qué me sonaba tu cara.

- Pues ya ves – no se me ocurría nada mejor que decirle.

- ¿Por qué lo hiciste?

- ¿El qué?

- Pegarle a ese chico.

- Bueno, es una larga historia. Siempre estaba ahí, riéndose, a veces tenía la sensación de que se reían de mí. Y simplemente ese día no pude seguir tragándome mi orgullo y exploté.

- Sé lo que es eso, un día de estos yo también voy a explotar.

- ¿Por qué?

- Ya has visto el caso que he hace Tony, ¿no? Sólo le intereso cuando quiere impresionar a sus amigos, para él sólo soy un trofeo – encendió un cigarro y me ofreció otro, pero no fumo - ¿Tú no tienes novia?

- No, hace tiempo que no.

- ¿La trataste mal?

- No, simplemente teníamos aspiraciones diferentes y no funcionó.

- ¿Qué aspiraciones tenías? – Su pregunta me sirvió de excusa para contarle los proyectos que había tenido, lo de querer ser director de cine y acabar trabajando en la jodida empresa. Incluso lo del golpe con la maceta de marihuana. Mis anécdotas le divertían y al menos se le quitó el cabreo que tenía por el plantón de Tony.

Estuvimos intimando un poco. Era una chica genial, no sé cómo pudo acabar con un tipo así. Aunque por otra parte, Tony era un colega. No sabía qué hacer, pero Kyra me ayudó, se levantó y se me quedó mirando fijamente. Intenté esquivar su mirada, pero era muy difícil. Aquellos ojos verdes me atraían como atrae la luz a la mosca, y no pude resistir el impulso. Con besarla me ganaba la expulsión del club, con revolcarme con ella sobre la mesa me darían una buena paliza. Ojala el tema hubiera terminado ahí, era hombre muerto.

CONTINUARÁ...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y ahora pregunto, así como que no kiere la cosa....yo no leí varias historias de jesucristo on line?? pq me suena a aquella historia d ela tercera guerra mundial...t acuerdas?

Un beso

Sephiroth XI dijo...

Pues efectivamente, el carismático hacker Jesucristo On-line protagonizará otras aventuras, y su hermanita combatirá en la Tercera Guerra Mundial. Pero no adelantemos acontecimientos, estamos en el año 2012 y aunque la ONU tiene problemas con el terrorismo, aún no ha estallado el conflicto.

Micky dijo...

Interesante historia. Yo tb creo haber leido esta historia, pero hacía tanto q ya ni me acordaba.