El Gran Desafío (parte 1)

27-01-2013

Hacía un calor insoportable en aquél maldito helicóptero. Once personas estábamos allí, en el compartimento de carga, con la piel enrojecida y la cara embadurnada con ese sudor salado como el que brota de los poros cuando sales de una sauna o de una ducha muy caliente. Y eso por no hablar del olor a humanidad. No era una situación agradable.

Tres meses antes me encontraba ayudando a un colega a salir del coma. Era técnico de una clínica neural durante el día, y por la noche me transformaba en un pirata informático conocido como Jesucristo On-line. Me iba bastante bien, hasta que mi jefa insistió en ver las grabaciones de mis visitas virtuales a la mente de mi amigo; en ellas desvelaba mi identidad como hacker, de modo que la muy zorra decidió denunciarme para lavar la imagen de la empresa. Intenté convencerla de todas las maneras posibles: le ofrecí billetes para hacer viajes exóticos, sabotear la web que le diera la gana, archivos secretos de la INTERPOL, convertirme en su esclavo sexual… y nada. Registraron mi apartamento y no sé cuál de las cosas ilegales que tenía fue la que encontraron, que me condenaron a cadena perpetua. Después me trasladaron a una prisión internacional, y luego, como ya sabéis, está el viaje exótico en helicóptero, hacia una isla volcánica habitada por caníbales.

Todo formaba parte del sádico juego del alcaide. Un día me sacaron de mi celda y me llevaron a su despacho. El tio me habló como un vendedor de enciclopedias, me comunicó que, al igual que otras nueve personas, había tenido la “suerte” de ser seleccionado para el programa de El Gran Desafío, que me daría una oportunidad de librarme de la cadena perpetua. Consistía en abandonarnos a nuestra suerte en una pequeña isla habitada por no sé qué tribu, y observarnos a través de un puñado de cámaras ocultas y un satélite de vigilancia. El satélite también proyectaría mensajes sobre la Luna, por si hacíamos algo mal. Las reglas del juego eran que debíamos ir muriendo uno a uno, ofreciendo un buen espectáculo para los espectadores de una televisión de pago, hasta que quedase un solo superviviente, el cual sería rescatado por la isla y se le concedería la libertad condicional. Mis opciones eran esas o achicharrarme vivo intentando escapar de la prisión por las tuberías de vapor, así que decidí aceptar.

Mis compañeros de viaje eran de lo más entrañables. Billy Boom, un violador y asesino en serie, no podía dejar de vomitar. Entre arcada y arcada miraba a Eveline Rodríguez, atracadora de bancos. A Bola Ocho, el típico chico negro que habla por los codos, lo acusaban de doble asesinato, aunque él siempre lo había negado, y algo así le pasó también a Sujumi Metesaka Lee, un japonés con un nombre ridículo pero que era capaz de cargarse a cinco tíos de un golpe. A los demás no tuve ocasión de conocerlos mucho, y tampoco fue algo que me quitara el sueño. Había de todo: pirómanos, más asesinos y violadores, pederastas y, sobre todo, terroristas. Todo un circo apiñado en una habitación de seis metros cuadrados que no paraba de simbrearse. La verdad es que cuando entré en la prisión no me hizo mucha gracia, pero en ese momento me alegraba de que me hubieran afeitado la melena y la barba.

Entre el sonido de las élices y el de la garganta de Billy expulsando bilis como una manguera, James el de seguridad nos indicó que estábamos apunto de llegar a la isla. Le gustaba dárselas de superior, pero lo cierto es que era el perrito faldero del alcaide.

- Bien, muchachos, antes de despedirme para siempre de la gran mayoría de vosotros quería deciros un par de cosas. En primer lugar, si queréis, podéis intentar matar a esos putos salvajes, aunque personalmente no os lo aconsejo. Ellos tienen la creencia de que si le quitas la vida a alguien le robas su alma, y que la única forma de liberarla es vengando su muerte, así que si matáis a uno el resto no parará hasta que no estéis muertos. Lo segundo que quiero deciros es que no intiméis demasiado. Nada de compañerismo, nada de vínculos entre vosotros, porque os guste o no, al final sólo quedará uno. ¿Queda claro?

- Por supuesto – dijo Billy Boom mientras miraba a Eveline. De pronto sentimos un brusco aterrizaje. Se abrió la compuerta y James nos echó a patadas de allí.

17:48 (hora local): empieza el concurso

Por el momento los caníbales no daban señales de vida. Tuvimos tiempo para relajarnos y disfrutar del paisaje. Después nos pusimos a trepar a las palmeras para coger cocos. Cuando ya había tirado suficientes cocos para el día bajé al suelo para echar una meada. Me aparté un poco de los demás y me pareció ver una figura humana escondida entre la vegetación, entonces una lanza cayó frente a mis pies y se clavó en la arena. Intenté avisar a los demás sin armar escándalo, pero empezaron a salir caníbales de todas partes. Eché a correr gritando como un loco mientras los cabrones me tiraban lanzas y flechas. Los demás también intentaron huir como pudieron. En el ataque perdimos a tres de nosotros de golpe. Abandonamos la playa y nos internamos en la selva.

CONTINUARÁ...

1 comentario:

Sephiroth XI dijo...

Este es el segundo relato corto de la "colección" que escribí cuando tenía 16 años. El primero fue "Insomnio, donde nunca se duerme", lo publiqué en el blog en junio del 2006 en 5 partes. Este también tendré que dividirlo en unas cuantas entregas.
El relato lo escibí a finales del 2001; "Battle Royale" no se había estrenado en España, ni tampoco existía El Coro de la Carcel. Es más, tamoco nos bombardeaban con OT. ¡Qué tiempos aquellos! Lo que quería con este relato era criticar los reality shows, por aquel entonces Gran Hermano (de ahí el título, "Gran Desafío") y Supervivientes. El tiempo nos ha demostrado que cada vez hay más morbo en la caja tonta, y no os extrañe que algún día se haga algo así en la vida real.
Ah, un pequeño detalle. El año en el que se sitúa el relato es un homenaje a "2013: Rescate en Los Angles". Veréis más homenajes a otras películas lo largo del relato.