El Gran Desafío (parte 2)

Cuando encontramos un lugar que creímos seguro nos detuvimos para descansar.

- Creo que deberíamos separarnos – dijo Bola Ocho -. Si seguimos juntos daremos demasiado el cante.

- ¿Separarnos? Eso después de que me haya tirado a este chochito – replicó Billy mientras avanzaba hacia Eveline -. Estaba empezando a asustarla, así que tuve que intervenir, no nos convenía una escenita con todos esos desgraciados siguiéndonos el rastro.

- Oye, no estamos aquí para eso. Tenemos que… - me cogió por el cuello y me puso contra el tronco de un árbol. Menuda mole.

- No me digas lo que he de hacer o te partiré el pescuezo como a una puta gallina – dijo mientras me echaba su aliento de bilis a la cara. Bola Ocho estaba sentado sobre la raíz de otro árbol abriendo el envoltorio de un chicle que habría conseguido por contrabando. Sintió algo mojado en la nuca y protestó creyendo que el asesino inglés que estaba a su espalda le había escupido, pero al tocarse descubrió que no era saliva lo que le había caído, sino sangre. Una lanza sujeta por las firmes manos de uno caníbal atravesaba el pecho del inglés, el cual tenía convulsiones mientras permanecía ahí de pie intentando gritar. Sujumi le arreó tres patadas al cara pintada y le quitó la lanza. Mientras, los demás vigilábamos que no vinieran más. El japo le clavó la lanza y el cabrón del caníbal soltó un grito que se debió escuchar en toda la isla. Volvimos a correr como locos, esta vez cada uno en una dirección distinta.

Por encima de mi propio pulso pude oír cómo los caníbales estaban cada vez más cerca. Un terrorista pakistaní gritó y luego se calló repentinamente, sólo quedábamos cinco. Seguí corriendo y al cabo de un rato encontré a Bola Ocho tendido en el suelo boca abajo. Me acercaba a comprobar si seguía vivo cuando se volvió de repente y me atizó con una piedra, me había confundido con un maldito cara pintada. Me pidió disculpas (innecesarias, nunca le perdonaría el dolor de cabeza que me hizo pasar) y me contó que había visto a Sujumi enfrentarse a un grupo entero de esos cabrones con bastantes dificultades. Fuimos a echarle una mano pero nos lo encontramos recogiendo lanzas de las manos de ocho caníbales muertos, el muy jodido se los había fulminado a todos.

- Bien, si queréis seguir vivos lo mejor será que estemos juntos –dijo con su gracioso acento japonés.

- Tienes razón – agregó Bola Ocho -. ¿De quién coño fue la estúpida idea de separarnos, eh, Jesús?

- Tenemos que encontrara a los demás. ¿Dónde puede estar Billy Boom? – Supongo que al igual que los demás, Sujumi lo le tendría ninguna simpatía al violador, pero era un tipo bastante fuerte y convenía tenerlo cerca.

- Seguramente donde esté Eveline – dije con cierta preocupación -. Esperemos que no intente violarla, o delatarán su posición enseguida y serán la cena de estos cabrones.

Nos pusimos en camino. Sujumi se detuvo en seco y nos indicó que nos ocultáramos. Había un grupo de recolectores que llevaba los cadáveres al campamento. Los llevaban atados de pies y manos a un palo sujeto por un caníbal a cada extremo, como quien lleva un jabalí recién cazado. No iban armados, pero preferimos escondernos para dejar que sus huellas pudieran llevarnos en un futuro hasta su campamento. Cuando se alejaron lo suficiente seguimos con nuestra búsqueda. No tardamos mucho en encontrar a Billy Boom escondido tras unos arbustos, devorando a Eveline con la mirada. Me hice el gracioso y hablé bien alto para que ella se enterara.

- ¡Vaya! ¿Cómo te va, Billy? ¿Has matado a muchos de esos negros encabronados en tanga?

- ¡Vete a la mierda! – Lo había cabreado bien. Bola Ocho nos interrumpió.

- Oye, oye, oye. Sólo quedamos cinco, ¿vale? Podemos hacer dos cosas: traicionarnos unos a otros para ganar el concurso o bien formar una piña y luchar contra esos jodidos caras pintadas, echando a suerte quién sobrevivirá. – Hubo un momento de silencio.

- Quizá tenga razón – dijo Eveline.

- Sí, colega, es lo mejor que has dicho en todo el día –contesté. Miré a Eveline y me sonrió, pero en ese momento Billy nos cortó el rollo berreando:

- ¡Que os follen a todos, yo me largo de aquí! - Echó a correr hacia la playa. Los demás le seguimos para convencerle de que no intentara escapar, peor era inútil. Lo perdimos de vista.

CONTINUARÁ...

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