El Gran Desafío (parte 4)

Fue entonces cuando Billy se desesperó. Se metió corriendo en el agua y empezó a nadar, pero antes de que pudiera dar dos brazadas una bola de fuego cayó del cielo dejando una estela que iluminó toda la playa, y borró del mapa a nuestro compañero. Nos quedamos de piedra al ver trozos del fornido cuerpo de Billy volando por los aires, pero tuvimos que reaccionar y largarnos de allí. Por suerte para nosotros aquel destello había dejado pasmados también a los caníbales, así que no nos costó mucho despistarlos. Nos establecimos en un sitio que consideramos seguro. Bola Ocho se puso histérico.

- ¿Qué coño ha sido eso? Joder, creía que íbamos a morir todos.

- Eso han dicho en el mensaje – agregó Eveline.

- Han estado jugando con nosotros desde el principio –dije yo -. Fuimos estúpidos al pensar que nos darían la libertad condicional.

- Sólo un milagro nos puede sacar de aquí. – El comentario de Bola Ocho me levantó la moral.

- Eso déjamelo a mí. – Le contesté. En ese preciso momento oímos un helicóptero, pero no era ningún milagro. El helicóptero descendió hasta la playa y, sin aterrizar, arrojó un cuerpo sobre la arena. Después se marchó a toda prisa y desapareció en el horizonte. El cuerpo se levantó y se sacudió la arena, corrimos hasta él para ver de quién se trataba. Era un hombre joven, más o menos de mi edad. Llevaba gafas, pantalones vaqueros, un jersey marrón y una gabardina negra.

- ¿Te manda el alcaide? – Pregunté.

- Sí y no. No estoy aquí para participar en el juego, sino para morir. Siento lo de vuestro amigo, Billy. No creí que fuera a reaccionar así.

- ¿Quién eres?

- Soy Norman Bender. Fui yo quien os escribió los mensajes. Quería avisaros.

- ¿Avisarnos?

- Veréis, soy programador informático. Empecé a trabajar en esto porque no encontraba nada mejor y creía que todo se haría según las reglas, pero las reglas han cambiando. Todo esto ni siquiera se está emitiendo por televisión, era un engaño para que aceptarais creyendo que os esperaría una vida de libertad y fama. El alcaide sabe que el volcán de esta isla va a estallar dentro de poco, así que os quiere usar para probar su satélite con blancos humano en movimiento cuando intentéis escapar de la lava. Cuando lo descubrí intenté ayudaros, así que por eso me han traído aquí.

- Dios mío. ¿Cuánto tiempo queda para que eso ocurra? – preguntó Eveline.

- Unas dos horas.

- ¡Joder! –exclamó Bola Ocho - ¿Qué vamos a hacer?

- No os preocupéis, no fui estúpido y me cubrí las espaldas por si pasaba esto. Preparé un programa para tomar el control del satélite y lo guardé en un pen drive, así que lo desactivaremos antes de que el volcán explote y así podremos salir.

- Me parece una idea cojonuda – dije en un tono bastante irónico –, pero, ¿no crees que para hacer eso necesitamos un ordenador?

- Sí. Hay ordenadores en esta isla. Para organizar esto el alcaide mandó a un puñado de sus hombres para que colocaran cámaras de vigilancia por toda la isla. El problema es que aquellos hombres no fueron bien recibidos por la tribu y los descuartizaron. Los portátiles que llevaban estarán en su poder, si no los han destruido.

No teníamos alternativa, teníamos que infiltrarnos en el campamento y conseguir algún ordenador. Ir todos juntos era demasiado arriesgado, pero a Norman se le ocurrió una idea: disfrazar a Bola Ocho. A él no le hizo mucha gracia, pero acabó aceptando cuando le recordamos lo que pasaría si nos quedamos de brazos cruzados.

CONTINUARÁ...

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